Beatifican al Papa de los 33 días.

Ciudad del Vaticano: El papa Francisco proclamó este domingo 04 de septiembre beato en una ceremonia en la plaza de San Pedro a Juan Pablo I, el pontífice que murió tras solo 33 días de su papado, cuya muerte fue objeto de numerosas teorías y que la investigación en el proceso de beatificación a demostrado que se trató de un infarto.

Para la beatificación de Albino Luciani, se aprobó el milagro a través de su intercesión de Candela Giarda, una chica de Paraná (Argentina) que en 2011 cuando tenía 11 años se encontraba al borde de la muerte por “encefalopatía inflamatoria aguda severa, enfermedad epiléptica refractaria maligna y shock séptico”.

Su madre Roxana Sosa, rezó al pontífice fallecido como le indicó un sacerdote argentino y al día siguiente fue mejorando. Candela y su madre iban a estar presentes en Roma para agradecer al papa Juan Pablo II por «su segunda vida» pero no pudo viajar al haberse roto un pie.

El papa de la sonrisa, como se le conoció, fue elegido el 26 de agosto de 1978 y se le encontró muerto en su cama la mañana del 29 de septiembre a los 65 años lo que hizo de su pontificado en uno de los más breves de la Historia y también se convirtió en el último italiano hasta ahora.

«Hermanos, hermanas, el nuevo beato vivió de este modo: con la alegría del Evangelio, sin concesiones, amando hasta el extremo. Él encarnó la pobreza del discípulo, que no implica sólo desprenderse de los bienes materiales, sino sobre todo vencer la tentación de poner el propio yo en el centro y buscar la propia gloria», dijo el papa Francisco en su homilía durante la beatificación.

Francisco destacó que el nuevo beato «por el contrario, siguiendo el ejemplo de Jesús, fue un pastor apacible y humilde. Se consideraba a sí mismo como el polvo sobre el cual Dios se había dignado escribir y por eso, decía: «¡El Señor nos ha recomendado tanto que seamos humildes! Aun si habéis hecho cosas grandes, decid: siervos inútiles somos».

«Con su sonrisa, el papa Luciani logró transmitir la bondad del Señor. Es hermosa una Iglesia con el rostro alegre, sereno y sonriente, que nunca cierra las puertas, que no endurece los corazones, que no se queja ni alberga resentimientos, que no está enfadada ni es impaciente, que no se presenta de modo áspero ni sufre por la nostalgia del pasado», añadió el papa.

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