Fabrica pequeños barcos de madera para sobrevivir con su familia.

En su juventud José Chamorro Suárez vivió en el parque central de Granada y se dedicaba a la venta de frutas y hasta la recolección de desechos sólidos.

Ciudad de Granada: Nació hace 56 años en la ciudad de San Carlos, departamento de Río San Juan, pero desde los seis años se trasladó a vivir a la ciudad de Granada, donde por muchos años atravesó por una situación muy precaria, durmió en el parque central de la ciudad colonial, acerca de su pasado no le gusta hablar mucho porque le traen a su mente recuerdos amargos.

Este artesano desde hace más de siete años se apuesta todos los días en las inmediaciones del hotel Colonial a vender sus barcos de vela que fabrica con pequeños trozos de madera de cedro en un modesto taller que tiene en su casa, donde solo utiliza una sierra, martillo y un taladro, para abrir los orificios de los cañones de las réplicas de las embarcaciones que surcaron los mares hace más cientos de años.

Sus obras las oferta en más de cien dólares y mil córdobas, pero reconoce que a veces pasa hasta una semana sin vender una sola pieza y en esos duros momentos algunos de sus amigos lo apoyan, para que pueda sufragar los gastos de su hogar.

José Chamorro, reconoce que al igual que los pescadores que lanzan sus redes al mar con la esperanza de capturar grandes cantidades de peces, así se levanta todas las mañanas en espera de lograr un buen comprador, como un cliente de un hotel de la ciudad de Estelí que llegó un día a comprar todos sus barcos y luego le envió las fotos en el local donde los habían ubicados.

Su lucha de todos los días es ganar lo suficiente, para poder alimentar a sus dos hijos y su esposa y pagar los noventa dólares del alquiler de una casa que renta en uno de los barrios de la ciudad de Granada.

También cuenta que algunos funcionarios del gobierno y turistas internacionales han comprado sus barcos de vela, donde elabora esta parte de la embarcación con mimbre que venía de Taiwán, dice utilizar este material para darle un mayor toque de elegancia a sus creaciones que aprendió a elaborar viendo a un familiar artesano, sin antes tener conocimientos previos de carpintería.

Tener su propia casa es el mayor sueño de su familia.

Los fines de semana lo acompañan a vender su esposa y sus dos pequeños hijos que juegan en la acera de las inmediaciones del edificio colonial, donde exhibe sus obras en espera que llegue un buen comprador. Este artesano, al igual que miles de nicaragüenses, nunca contó con un empleo formal que le permita ser sujeto de crédito en una institución bancaria, para poder pactar la compra de una casa.

Sus ingresos tampoco le facilitan ahorrar para comprar un terreno, la fortuna aún no le brinda su mejor sonrisa, pero no quiere partir de este mundo sin antes cumplir el sueño de que sus hijos tengan su propia vivienda, porque resulta un martirio reunir cada mes los 90 dólares del pago de alquiler de vivienda.

Este hombre se ha forjado en la calle, pero no desea que sus hijos corran la misma suerte, su rol de padre lo motivan a seguir luchando en la vida cada día y espera tener un mejor espacio para exhibir sus obras y fabricar muebles de mimbre.

Un norteamericano le ayudó a mejorar su diseño.

Larry Robert McCartney, el norteamericano que fue condenado por el asesinato de dos mujeres en Granada, fue uno de los primeros clientes que compró los barcos de José Martín Chamorro y recuerda que le mostraba diseños para asemejar sus embarcaciones a las naves que surcaron ríos y mares hace miles de años, cuando el hombre se apoyó por primera vez en las velas para desplazarse sobre el agua.

Hasta el momento este artesano no recibe ninguna asistencia técnica ni financiamiento de ninguna institución del Estado, para mejorar la calidad de sus trabajos.

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