Yeltzing Rostrán A.
«El maestro deja una huella para la eternidad; nunca puede decir cuándo se detiene su influencia»–Henry Adams.
Era un niño cuando realizaba mis estudios de primaria en la escuela de San Diego, una comarca a unos diez kilómetros de la ciudad de Juigalpa. Mis primeros profesores fueron Lidia Aragón de Cuapa y Carla Velásquez de San Diego. Antes de entrar a primaria, Pablo Obando se había encargado de enseñarme a leer. Recuerdo que cada vez que debía de entregar un trabajo o hacer un examen, más allá de escribir mi nombre, también tenía que ubicar el del centro de estudio, cuya escuela se llamaba Guillermo Rothschuh.
El apellido del poeta, escritor, ensayista y académico nicaragüense me llamó la atención. Pensé que se trataba de alguna figura extranjera. Pero no, con el tiempo me enteré que era un juigalpino, que murió siendo un chontaleño. El apellido no solamente me resultaba difícil de escribir, también extraño. Y con toda razón, el apellido del maestro de maestros es de origen alemán, según Eddy Kuhl en una breve reseña sobre los Rothschuh.
En los seis años de estudios, aun con la rareza que imperaba en mí, nunca tuve la curiosidad de preguntar a mis profesores quién era Guillermo. Pues nada más pensaba en ir a jugar béisbol o cualquier otro deporte con los demás niños sandiegueños. Tampoco me acuerdo si hubo voluntad de mis profesores decirnos lo que significaba Rothschuh para Chontales.
Mucho tiempo después de haber terminado mis estudios primarios, pude darme cuenta que el colegio nunca estuvo registrado oficialmente como Guillermo Rothschuh Tablada, y que, únicamente se le pasó honrando con la boca. Lo que se dejó de hacer en poco tiempo. La escuela dejó de llamarse Guillermo Rothschuh- aunque no era oficial- para dejarla sólo con el nombre de la comarca de San Diego. Permitir que registraran el colegio con ese nombre y no con el del maestro fue un cambio que nunca debió haberse dado. Y cómo me gustaría que la escuelita en la que dejé mi infancia, volviera a llamarse Guillermo Rothschuh.
El maestro fue fundador del Clan Intelectual de Chontales; Instituto Nacional de Chontales Josefa Toledo de Aguerri; Club de Obreros y la Casa del Maestro. Durante su carrera profesional se desempeñó como director del Instituto Josefa Toledo de Aguerri, y del Ramírez Goyena; fue Asesor del Ministerio de Educación y catedrático de la UNAN. Realizó estudios de Pedagogía en París y de Literatura en Montpellier. Fue galardonado con la Orden de la Independencia Cultural Rubén Darío y Pedro Joaquín Chamorro por la Asamblea Nacional. Y fue reconocido con el premio nacional al Magisterio en 2010 por la Fundación Luisa Mercado.
Entre las publicaciones del eminente maestro destacan: Escritos Pedagógicos (1968); Citas con un Árbol (1965); Veinte Elegías al Cedro: a los obreros de la construcción (1974); Letanías a Catarrán: homenaje a Vicente Hurtado (1985); Poemas Chontaleños (1998) y Mitos y Mitotes (2002).
Después de conocer la grandeza y lo que significó Rothschuh Tablada para Nicaragua- no solamente para Chontales- es justo y necesario que en los colegios de primaria y secundaria los estudiantes conozcan sobre el legado que dejó el más joven director del Instituto Ramírez Goyena. Más importante todavía, que los profesores que están iniciando su carrera conozcan la vida del poeta. Y quien fue fundamental para muchos en la formación en épocas pasadas.
Cuando el maestro Rothschuh falleció el 6 de noviembre a sus 96 años, ya se había encargado de dejar su huella para la eternidad. Descanse en paz.