Por Wilfredo Espinoza Lazo
Santo Tomás-Chontales: Hombre franco, don Nelo Bravo González, no pocas veces expresó que el mejor reconocimiento recibido era el aplauso del público en cada exhibición ecuestre en teatros distintos (calles y plazas), y siempre rodeado de sus admiradores, gozando y riendo de sus ocurrencias como cuando repartía a los borrachos cerveza y aguardiente en botas y bacinillas.
O narrando cuentos, anécdotas, chistes e historias de su inagotable memoria y fuente creativa, o bien interpretando, guitarra en mano, aquellas canciones húmedas de picardía o coplas picantes rescatadas del acervo popular, e inclusive, con el macho sajurín El Divorcio, pulseando la suerte de algún matrimonio valiente que, cruzaba los dedos por someterse a la dura prueba de la adivinación.
Don Nelo Bravo ostentaba un arsenal de aptitudes variadísimas, como un mago, para el deleite de todos. Las versiones orales concuerdan en dos puntos principales, en su carisma y en su capacidad innata para entretener a conocidos y desconocidos, a niños, jóvenes y adultos, y a cambio el campisto recibía en cada participación un premio intangible, imperecedero, el trofeo de la gratitud sincera, la gratitud sincera de todos en una expresión indisoluble.
Don Nelo Bravo dominaba todos los giros del lenguaje coloquial y la expresión corporal de un artista de las tablas para la puesta en escena de su próximo acto popular. Aunque maestro de la improvisación, también tejía finamente un guion para alcanzar el esplendor en su emisión humorística, hípica y musical.
Una cátedra de autenticidad de humildad
He ahí don Nelo Bravo y sus machos amaestrados y los espectadores aplaudiéndole; he ahí desfilando inmutable en un contexto digamos atípico entre caballos de raza y conquistando la pulcritud en su presentación individual, y de condimento la sátira —¡Oh Parlamento! ¡Oh Corporito! — y público y jinetes agradeciéndole por brindar una cátedra de autenticidad y humildad en cualquier escenario: un poder de encantamiento que le favorecían y que no cambiaban al verdadero ser que le daba igual montar en albarda de cuero crudo, en curtido, en caballo de palo, en pelo o en silla.
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Con razón, en un comentario en redes sociales, Isabel Blandón compartía lo que podría considerarse como la esencia de don Nelo Bravo: «Lo vi una vez en un desfile. La gente lo aplaudía, se le acercaba y lo abrazaba. Le tomaban fotos. Era muy admirado y querido. Un buen jinete, cantaba y tocaba la guitarra y era jovial y nos hacía reír y pasar un rato ameno» Don Nelo Bravo sabía lo que hacía. Daba y recibía.
Daba alegría y recibía alegría. Daba respeto y respeto recibía. La gente le devolvía en ovación y júbilo la más sentida correspondencia con el ganadero que bien podría haberse lucido en un caballo pura sangre y en finísima silla y lujosos aperos, pero no, primero prefirió machos y mulas y después caballitos de palo, y entonces se ganó el premio de la estimación del campesinado y el cariño del peón. Ahora podía predecirse que, a la vuelta de la esquina, cabalgará el cholenco o el caballito chapiollo en un desfile hípico hecho para otra medida.
Con luz propia, el campisto de tierra adentro, el chontaleño ciento por ciento, sabía lo que hacía. Eligió a la bestia mular con fama de testarudas y la llevó a un plano inesperado y la reivindicó rompiendo paradigmas y demostrando en las presentaciones gimnásticas la calidad de su escuela de machos y mulas y la destreza del jinete.
Don Nelo Bravo, repito, sabía lo que hacía. Y como la inteligencia destila en el pueblo, el pueblo entendía la seña y le rendía tributo y abría los brazos como potrero y cielo. He ahí su gran premio: un pueblo reconociendo en la figura de don Nelo Bravo a un ser especial para hacer reír y crear, un reconocimiento emocional y de elevado valor sentimental y espiritual para el campisto tomasino.
A continuación, comparto un registro incompleto de los trofeos, las dedicatorias y los homenajes dedicados a don Nelo Bravo González; hemos dicho incompletos, porque, si bien logramos enumerar un listado bastante numeroso, en realidad, tratándose del popular chontaleño, ninguna búsqueda es exhaustiva ante la volatilidad de la memoria en el tiempo.
Registro incompleto de los trofeos, dedicatorias y homenajes dedicados a don Nelo Bravo González
Don Nelo Bravo González recibió en vida —y en su memoria— más de 30 trofeos y placas y certificados y reconocimientos en pergaminos y dedicatorias musicales (Carlos Mejía Godoy y Jorge Isaac Carvallo) y en diarios y revistas nacionales y en periódicos extranjeros: Novedades, Barricada, The Washington Post, revista La ternera, La Prensa, entre otras.
Todas estas distinciones estuvieron respaldadas por su inagotable fuente de invención y espontaneidad, por su carisma, por su talento y habilidad para educar, de cabo a rabo, y montar con éxito sus bestias mulares y sus caballitos de palo.
Don Nelo Bravo González ganó su primer trofeo en la Monumental Plaza de Toros de Managua, en 1959, después obtuvo un trofeo en San Pedro de Lóvago, en Santo Tomás (1982), Matagalpa, entre otros. En esta parte, cabe destacar que su amigo, el cantautor nicaragüense Carlos Mejía Godoy, recordará en sus memorias «Y el verbo se hizo canto», que todas las veces que le visitó en su casa, fue testigo de sus «trofeos y diplomas ganados en buena ley en los diversos concursos hípicos a lo largo y ancho de Nicaragua». (Mejía Godoy, Carlos. Y el verbo se hizo canto. 2023. Pág. 137)
Canciones dedicadas a don Nelo Bravo
Las dos composiciones musicales dedicadas a don Nelo Bravo son auténticos reconocimientos de la expresión inmaterial del talento musical de Nicaragua, y por lo mismo, un vuelo de notas perdurables.
Y aunque este tema lo ampliamos en un espacio exclusivo, incluyendo origen, historia, letra, interpretación y autores, en esta parte mencionamos el tributo de la armonía de parte del compositor y cantautor, Carlos Mejía Godoy (1943-) que inmortalizó al pícaro chontaleño con «En la hacienda de don Nelo»; en esa misma expresión, el cantautor Jorge Isaac Carballo (1931–2015), también le entregó su talento —letra, composición, arreglo e interpretación— en la canción titulada «La figura de don Cornelio Bravo».