Carlos Alberto Hernández Suazo, originario de Chinandega, es el padre y abuelo de tres de las víctimas, del trágico incendio, ocurrido el pasado domingo 01 de octubre, en una discoteca de Murcia, España. Consternado y con todo el dolor que lo embarga a toda la familia, solicita ayuda para poder repatriar los restos de sus seres amados.
Los familiares de Carlos Alberto son: su hija, Martha Alejandra Hernández Zamora, de 62 años, y sus nietos Erick Salomón Torres y Sergio Enrique Silva, de 39 años. “Este traslado se puede agilizar de embajada a embajada, espero que así sea, porque no tenemos capacidad económica del trasladado de los cuerpos, que me ayuden a traerlos al Aeropuerto de Managua y yo haré el esfuerzo de traerlos acá a Chinandega ya en territorio nacional”, pide Hernández Suazo, en un video subido a la red social de Facebook del programa La Mesa Redonda.
Según el chinandegano de 80 años de edad, su hija estudio Secretariado y Comercio en la Escuela “Chod Oviedo” y llevaba 15 años en España, pero fue hasta hace 5 años que logró llevarse a sus dos hijos, Sergio y Erick. «Papá cuídese, cuídese mucho, que lo quiero mucho. No quiero darme cuenta que está enfermo». Esas fueron las últimas palabras que Hernández Suazo escuchó de su hija, Martha Alejandra Hernández Zamora.
Abuelo aparenta fortaleza
Con la voz cortada y los ojos llorosos, Hernández, ha perdido a 6 de sus 7 hijos en diferentes circunstancias, dice en una entrevista con EFE que, pese a sus innumerables padecimientos crónicos, trata de aparentar fortaleza ante la tragedia.
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Hernández confiesa que siente un vacío en su interior y en su mente solo tiene el recuerdo de su hija y sus dos nietos fallecidos en el siniestro; de esos males que lo aquejan a diario, ninguno le había causado tanto dolor como la noticia de la trágica muerte de sus familiares.
«Adentro es un volcán el que tengo. No se me borra el pensamiento que tengo hacia ella (su hija). Lamentablemente, así es», comenta. Martha, de 62 años y empujada por la pobreza, abandonó Nicaragua hace 15 años con destino a España en busca de mejores condiciones de vida.
Ella, según cuenta el patriarca, viajó al «Viejo Mundo» con el fin de darle estabilidad a sus hijos, a quienes mandó a traer desde Nicaragua tras establecerse en España. Su hija, cuenta Hernández, tenía previsto viajar a Nicaragua en diciembre próximo, cuando en el país centroamericano se celebran unas largas vacaciones por la Navidad y Fin de Nuevo.
Para Hernández, el espíritu de su hija ya está con él, en su natal ciudad de Chinandega, 135 kilómetros al noroeste de Managua: «Lo que necesito ahora es el cuerpo. Ese es el regalo de Navidad», sostiene.