Se ganan la vida sacándole brillo a los zapatos.

Todas las mañanas llegan a la esquina del monumento a lustrar zapatos para llevar el sustento a sus hogares.

Punto Noticioso.Com

En una de las estrofas de nuestro himno nacional, dice que el trabajo es tu digno laurel y es, lo que hacen seis jefes de familias que se ganan la vida limpiando zapatos en la esquina del monumento de Nueva Guinea. Hasta ese lugar los llevó la necesidad al no poder encontrar una oportunidad laboral.

Uno de esos hombres que todas las mañanas sale de su casa a ganarse la vida lustrando zapatos, es Jaime William, padre de seis hijos menores de 12 años y según él, hay días que se gana 350, 300 y en ocasiones 250 córdobas, sin embargo, cuando el trabajo no deja los recursos esperados, se dedica a descargar cemento y hierro.

“Cada día me esfuerzo por llevarle a mi familia el pan nuestro de cada día, además, por sacar adelante a mis hijos y que ellos puedan profesionalizarse, porque (yo) me dediqué a trabajar fuerte para ayudarles a mis hermanos quienes ahora tienen una carrera profesional y yo no aprendí a leer”, cuenta William.

Tienen 27 años de lustrar.

Los seis lustradores de la esquina del monumento de Nueva Guinea, llevan 27 años trabajando fuerte en esa zona y son víctimas del sol y del invierno, debido a que ellos no cuentan con un techo y su labor la realizan al aire libre, pero en diferentes oportunidades han solicitado el respaldo para que se les construya un espacio.

“Por el simple hecho de ser lustrador la gente la arremete contra uno; nos humillan, nos tratan de ladrones, de borrachos y hasta de drogadictos, pero en realidad, uno no vive de la gente y a veces en vez de ayudarte, nos hacen criticas feas que a cualquiera le bajan la moral”, expresó.

Demandan el lugar que se merecen.

José Mario Arróliga, tiene 30 años de dedicarse a lustrar en aquella ciudad de Zelaya Central y después de deambular por las calles, decidió ubicarse en la esquina del monumento y considera, que en Nueva Guinea no les han dado el lugar que merecen porque en la mayoría de municipios de la región los limpia zapatos tienen su caseta.

Arróliga comenzó su carrera de lustrador a los nueve años, luego por unos meses se decidió vender frescos y al ver que las entradas no eran las mismas, retomó su caja y se unió a los seis lustradores de la esquina del monumento, de donde fueron sacados varias veces y al final, la nueva dueña de un negocio de celulares les permitió que ahí se ubicaran.

La pandemia fue dura para ellos.

Recuerda José Mario, que la temporada de la pandemia de la Covid-19 fue dura para ellos, porque ninguno se aventuraba salir de sus casas y cuando llegaban a su lugar de trabajo, eran pocos los clientes que solicitaban sus servicios, posterior, como medida de protección instalaron una cubeta con agua, jabón y alcohol para promover el lavado de manos.

“La pasamos muy difícil y en esa época no teníamos dinero para comprar la comida de nuestras familias. Entonces, buscábamos la manera de sobrevivir y en las ferreterías descargábamos rastras con cemento o hierro, así, conseguíamos un poco de dinero para asegurar la comida”, señaló Arróliga.

En su infancia Noel Hernández, fue lustrador y considera, que esa actividad deja un salario mejor que al de un trabajador del campo que apenas recibe una paga no superior a los 150 córdobas, mientras un limpia zapatos puede alcanzar los 400 cuando el día es bueno.

Hernández ahora es un profesional y afirma, que limpiar zapatos no es para cualquiera porque ante la falta de una oportunidad de empleos hombres honestos, prefieren agarrar una caja para realizar una labor digna y llevar el sustento a sus hogares, por eso, abogó por un trato sin discriminación para los lustradores.

Aportan a la economía de Nueva Guinea.

Consultado un sociólogo que habló preservando su identidad, elogió el trabajo de este sector informal y planteó, que estos seis hombres si cada uno gana 400 córdobas al día, eso suma 2 mil 400 y al sumar los 6 días laborales generan a la economía de Nueva Guinea 14 mil 400 córdobas a la semana.

Lo que sí le preocupa a este profesional, es que estos hombres que laboran como lustradores no cotizan a la seguridad social y una vez, que sus fuerzas terminan no pueden reciben una pensión y eso, les obliga mantenerse haciendo la misma actividad con menos calidad, de igual manera, en la mayoría de los casos no cuentan con los recursos para una consulta médica de calidad.

Gran parte de los trabajadores informales, no cotizan al Inss y al culminar su actividad laboral, unos, dependiendo las condiciones económicas de sus hijos y familiares, pues, proceden a darles el cuide necesario y cuando eso no ocurre, algunos deciden jugársela de diferentes maneras.

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